La meditación nos dice sólo una cosa:
Dios es.
La meditación nos revela sólo una verdad:
nuestra es la visión de Dios.
Meditamos porque este mundo nuestro no ha podido satisfacernos. Lo que llamamos paz en nuestra vida cotidiana es lo que sentimos por cinco minutos después de diez horas de ansiedad, preocupación y frustración. Continuamente estamos a merced de las fuerzas negativas alrededor de nosotros: la envidia, el miedo, la duda, la preocupación, la ansiedad y la desesperación. Estas fuerzas son como monos. Cuando se cansan de mordernos y descansan por cinco minutos, entonces decimos que estamos disfrutando la paz.
Pero esto no es la verdadera paz, y muy pronto nos atacarán de nuevo. Es solamente a través de la meditación que podemos obtener paz duradera, paz divina. Si meditamos devotamente por la mañana y recibimos paz por tan sólo un minuto, ese minuto de paz permanecerá todo nuestro día. Y cuando tengamos una meditación del más alto calibre, entonces recibiremos abundante paz, luz y deleite.
Necesitamos la meditación porque queremos crecer en la luz y colmarnos en la luz. Si esta es nuestra aspiración, si esta es nuestra sed, la meditación es el único camino. Si nos sentimos satisfechos con lo que tenemos y con lo que somos, entonces no es necesario que entremos en la práctica de la meditación. La razón por la cual entramos en la meditación es porque tenemos hambre interna. Sentimos que dentro de nosotros hay algo luminoso, algo vasto, algo divino; algo que necesitamos muchísimo, pero que ahora mismo no tenemos acceso a ello. Nuestra hambre interna viene de nuestra necesidad espiritual.
-Meditación: La Perfección del Hombre en la Satisfacción de Dios por Sri Chinmoy.